Las víctimas que sanan las heridas de la guerra preparando casabe

Cuando Norma Murillo llegó a la vereda Salamina, en la zona rural de Montería, lo hizo con ‘una mano atrás y otra adelante’. Lo único que tenía era a sus dos hijos y el pesado luto de un esposo recién asesinado.

Su vida cambió desde hace 27 años, cuando fue desplazada junto a su esposo de su hogar en Apartadó (Antioquia). Con la ilusión de un nuevo comienzo, llegó a Montería, pero la tragedia volvió a reposarse en su espalda Luego de que su esposo fuera asesinado mientras militaba en un grupo paramilitar que operaba en la zona rural de Montería, Norma llegó a Salamina con la idea de buscar trabajo, e intentando proteger a sus hijos y protegerse a sí misma de algún tipo de venganza, pero rápidamente se dio cuenta de que el trabajo de las mujeres allí era asar casabe. “Entonces yo aprendí a asar casabe porque, ¿Qué más iba a hacer?”, recuerda ella.

Norma hace parte un grupo de 10 personas de la vereda que elaboran uno de los alimentos más ancestrales y característicos del Caribe: casabe. Este trabajo lo hacen en una pequeña y calurosa finca, donde es difícil que la gente no busque la sombra en el día para protegerse de los usuales 35 °C del lugar.

El casabe es un alimento que se elabora a base de yuca y que, como dicen en la costa, “sabe a lo que le pongan”. Su producción y consumo se remonta a tiempos prehispánicos, cuando era una de las fuentes fundamentales de alimentación de los indígenas del norte de Colombia, y era parte de la dieta tradicional de los taínos, caribes y arahuacos, habitantes nativos de la región. unos meses más tarde.

Para elaborar el ‘Yucasabe cordobés’, la marca que ellos mismos crearon en medio de un proyecto social de la compañía de exploración y producción de hidrocarburos Hocol, y ACD Desarrollo, estos 10 lugareños se reúnen en las tardes en la finca de uno de ellos, donde construyeron hace casi dos años las instalaciones necesarias para la producción y se dividen el trabajo.

Los siete hombres que hacen parte del proyecto se encargan de pelar la yuca, rayarla y exprimirle el exceso de agua con un sebucán, un tamiz en forma de tubo de 3 a 4 metros de largo hecho por ellos mismos con hojas de palma.

Un extremo del sebucán se cuelga del tronco de un árbol y el otro se ata a un palo que cumple la función de palanca para darle vueltas y exprimir la yuca rayada que se pone dentro. Después, la harina de la yuca se machaca en un mortero y se cierne antes de pasar al asador.

Norma es una de las tres mujeres que ciernen la yuca y le dan la forma de arepas para asarlo en un budare, una plancha de hierro fundido. Una vez asado, lo empacan en bolsas transparentes y le ponen el sello de la marca ‘Yucasabe cordobés’.

Además de las unidades que empacan solo asadas, hay otras llamadas ‘casabitos’, a las que les añaden ingredientes como arequipe con coco, coco biche, mongo mongo, ajonjolí o coco con queso y las doblan en la mitad.

Bajo la sombra de un árbol y con la mirada fija en los dedos inquietos de sus manos, Norma recuerda el día en el año 1992 cuando estaba recién llegada de Apartadó a Montería y su esposo, sin empleo en ese momento, se fue en un camión que pasó por el barrio San José en busca de trabajadores para una finca.

“Él empezó a ir y venir cada mes, pero siempre que venía decía que le habían matado otro compañero, porque él trabajaba era para un grupo de paramilitares, hasta que uno de esos días se fue y no regresó más”, cuenta Norma, y añade además, que no supo que su esposo estaba muerto hasta tres meses después del asesinato.

Norma quedó sola con su hijo de un año y su hija de dos. Ella, que nunca había trabajado porque era su esposo quien mantenía a la familia, tuvo que empezar a lavar, planchar y hacer aseo en casas para sobrevivir con sus hijos.

Ahora, Norma tiene 47 años y vive con sus hijos y su nieta. Ella asegura que la oportunidad de emprender con el casabe le ha permitido trabajar a solo unos cuantos metros de su casa y dejar los otros trabajos que hacía, porque “nos está yendo muy bien, ya hemos estado en eventos y ferias vendiendo el producto y siempre nos va bien”, explica.

A menos de 7 kilómetros de distancia de Salamina hay otra vereda de Montería llamada San Isidro. Al igual que en la primera, hay que llegar por caminos despavimentados y no hay servicio de acueducto.

Al borde de la carretera de tierra hay un letrero a unos tres metros de altura que dice “Porcícola Cerditos Felices”, y detrás de él, un camino angosto por donde solo pueden transitar motos y unos cuantos burros que se pasean por allí.

Por ese camino angosto está ubicada una casa donde actualmente 12 vecinos de la vereda montaron una porqueriza para crear su emprendimiento llamado ‘Cerditos felices’, y tienen 7 cerdos.

La mujer que vive en esa casa y prestó el espacio para la porqueriza se llama Gregoria Rojas, y aunque su trabajo no se parece en nada al de Norma, su historia sí.

A Gregoria le tiembla la voz tan pronto empieza a contar que vivía con su esposo y sus dos primeros hijos en zona rural del municipio de Valencia (Córdoba) en 1993, cuando unos hombres armados se metieron a su casa una noche y los obligaron a abandonarla.

Desplazados, llegaron a la vereda Rusia, del municipio de Buenavista, también en Córdoba. Pero “de allá también nos mandaron a sacar y desde eso quedé sola, porque a mi esposo se lo llevaron ese día los mismos tipos que nos sacaron y en estos 26 años nunca más supe de él”, cuenta Gregoria.

¿Cómo nacieron estos proyectos?

Yucasabe Cordobés, Huevos Don Paz, Don Porcín y La Esperanza Pollos del Campo, son cuatro marcas sociales que hacen parte de ‘CoResponsables’, un programa de inclusión productiva para las comunidades de la zona rural de Montería, que busca garantizar el reconocimiento de los productos del campo y fomentar la sostenibilidad empresarial a través de la consolidación y promoción.

Guillermo Pattigno, director de ACD Consultores, explica que este proyecto nació en noviembre de 2018 como ‘Productores de Paz y Reconciliación’ con 26 unidades productivas. En enero de este año fueron seleccionadas siete de esas unidades para hacer parte de ‘CoResponsables’. Fue en este momento que se diseñó una campaña de comercio y se crearon cuatro marcas sociales, conformadas por siete unidades productivas que agrupan a 130 personas de la zona rural de Montería.

‘CoResponsables’ es patrocinado por Hocol S.A., la compañía de exploración y producción de hidrocarburos, como parte de su inversión socialmente responsable, y es ejecutado por ACD Consultores, una empresa social que brinda soporte a compañías de la región Caribe en proyectos de sostenibilidad.

Según Guillermina Viuchy, gerente del Grupo de Entorno de Hocol S.A., esta compañía ha invertido cerca de 200 millones de pesos en esta iniciativa “orientada a la apropiación de la empresa rural como herramienta de superación de pobreza, pero asimismo como medio para fomentar el trabajo en equipo, la tolerancia, el respeto, la solidaridad y la confianza en las personas que hacen parte del proyecto”, asegura Viuchy a EL TIEMPO.

Para Hocol, ‘CoResponsables’ es un proyecto de apropiación territorial en una población que fue víctima del conflicto y cuyas oportunidades han sido escasas, pero que demuestran entrega e interés por salir adelante a través de la producción en el campo, lo que se convierte en su fuerza motora para continuar haciendo productivo el campo y promover el acervo tradicional de la costa Caribe.

Viuchy asegura que este proyecto contempla 12 meses de inversión desde que inició, en los cuales se continuarán posicionando las marcas sociales con el objetivo de consolidar estas organizaciones como ejes de desarrollo de cada una de las comunidades participantes.

Con el fin de asegurar la sostenibilidad del proyecto para cuando la inversión finalice, ACD Consultores y Hocol han ayudado a estos emprendedores del campo a constituir acuerdos de compra con clientes de la región, a participar en ferias regionales, a establecer un stand con productos en un centro de promoción regional de la cultura cordobesa llamado Casa Caribe y próximamente, podrán contar con una tienda virtual en www.co-responsables.com que permitirá la comercialización directa de los productos.

Viuchy resalta que este proyecto, además de convertirse en una oportunidad de resiliencia ante el retorno al campo como efecto del posconflicto, “es una oportunidad para que las mujeres lideren estas iniciativas y, a pesar de las adversidades que han afrontado, día tras día despiertan con la fe intacta por ser ejemplo de superación para su familia y se deciden a cruzar el puente de la esperanza utilizando como vehículo su empresa”.

ANA CRISTINA ÁLVAREZ MONTOYA
Periodista de ELTIEMPO.COM
*Nombre cambiado a petición de la fuente.